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CULTURA: Huellas de Mujeres

INICIO : CULTURA : HUELLAS DE MUJERES : ARCHIVO

Boadicea
(c. 30-61)

"Dejen a los hombres vivir como esclavos
si así lo desean. Yo no lo haré".

Reina Boadicea de los Iceni

Boadicea, nació alrededor del año 30, en la tierra de los iceni, que pertenecían a la cultura celta. Los iceni vivían en la antigua región de Anglia del Este, en las tierras más orientales de la isla de Gran Bretaña. Su nombre significa 'victoria', por lo que estaba destinada desde el inicio de su vida al poder y al triunfo.

Para esa época, Roma había invadido dos veces Gran Bretaña, gracias a Julio César, en el 55 y en el 54 a. C. En el último ataque logró la sumisión de seis poderosas tribus, entre las que se encontraban los iceni. Tras las conquistas de Julio César estas tribus se dedicaron al comercio con los pueblos latinizados de Galia, aunque otras tribus se resistieron al yugo romano durante algún tiempo más.

Los iceni lograron una independencia casi total, pagaban tributo al Imperio Romano y no eran molestados por nadie. Su rey era Prasutagus, quien en el año 48 o 49 se casó con Boadicea, de manera que ella se convirtió en la reina de este pueblo celta. al poco tiempo, le dio al rey dos hijas. 

 Cuando Prasutagus murió en el año 60, una parte de su herencia se destinó a sus hijas, para asegurar su dote, y el resto -según el convenio con Roma- lo dejó al emperador, quien en ese momento era Nerón. Boadicea quedó como reina regente y guardiana de la herencia de sus hijas. 

 Sin embargo los romanos no aceptaron la herencia de Prasutagus, pues deseaban la totalidad de sus bienes incluyendo sus tierras. Pocos días después de la muerte del rey, los enviados del produrador romano en Britania, Catus Decianus, atacaron a los iceni con soldados romanos, expulsaron a sus nobles de sus tierras, humillaron a sus familias y los vendieron como esclavos. Tras apropiarse de las riquezas de los iceni, los romanos exigieron el "pago" de las deudas para con la corte romana.

Como todo había sido dado en propiedad a Nerón, los iceni no pudieron pagar las exigencias de sus conquistadores. Boadicea fue tomada como responsable de las cuentas, y los romanos desearon poner un ejemplo con ella. Fue desnudada en público y flagelada, y sus dos hijas fueron violadas por los legionarios.

Tras el ataque, Boadicea recobró a sus hijas y regresó con su gente. Humillada y furiosa, convocó a la guerra a todos lo que quisieran unirse a ella. La noticia de la desgracia de los iceni se difundió rápidamente, y muchas tribus rebeldes que estaban dispersadas y divididas por viejas rencillas, se alistaron bajo su mando.

 Así logró reunir a más de cien mil guerreros, hombres y mujeres que habían sufrido bajo la dominación romana. Los guió entonces hacia la colonia de oficiales imperiales en Camulodunum, y con la ayuda de los rebeldes que habitaban en el lugar inició el ataque. La batalla duró varios días, y algunos romanos lograron escapar y dar la voz de alarma en Londinium (actual Londres). Catus Decianus envió como refuerzo a solamente doscientos hombres, que fueron vencidos rápidamente por las fuerzas de Boadicea. Por fin los sublevados lograron derrotar a los que se defendían atrincherados en uno de los templos. Camulodunum fue completamente destruída y sus habitantes asesinados. 

Para responder a este ataque la IX Legión Hispana, dirigida por Petilius Cerialis, fue despachada hacia los restos de Camulodunum desde su campamento ochenta kilómetros al norte. Sin embargo sus cinco mil hombres fueron emboscados, los soldados de infantería hallaron su fin ante las espadas de las tropas de Boadicea, y Petilius, junto con lo que quedaba de la caballería se replegaron al norte. Así la rebelión continuó, y bajo el liderazgo de la reina de los iceni se dirigieron a Londinium. 

Ante las noticias de la marcha de los rebeldes el procurador Decianus abandonó la ciudad junto con todo su personal, dejando a Bretaña sin administración. El gobernador Suetonius Paulinus, que se encontraba en el sur exterminando poblados rebeldes, regresó con rapidez a Londinium con sus tropas. Inspeccionó las fortificaciones de Londinium y pronto se dió cuenta de que no podría ser defendida, y a pesar de los ruegos de sus habitantes se retiró, dejando a la ciudad a su suerte. 

De esta manera Boadicea no encontró gran resistencia al atacar Londinium. Sus guerreros capturaron a los nobles romanos y los torturaron. La ciudad entera fue derribada e incenciada. Boadicea dejó las ruinas de Londinium y se dirigió a Verulamiun, muchos de cuyos habitantes huyeron de inmediato. Suetonius convocó la II Legión Augusta, pero no llegaron a tiempo para defender la ciudad. Verulamiun fue arrasada como las otras ciudades.

 Había llegado el momento en que Boadicea se enfrentaría directamente al gobernador Suetonius. Pero este no era un burócrata débil como el procurador, sino un militar entrenado y con experiencia. En el lugar de la batalla (que no se sabe a ciencia cierta dónde tuvo lugar) los romanos organizaron sus legiones. Eran diez mil en total, y a pesar de ser grandemente superados en número su estrategia era superior.

Según los historiadores romanos Boadicea estuvo al frente de su ejército en esta batalla, vestida con su tartana, cansada y herida, pero decidida y armada. Muchos de los rebeldes luchaban desnudos según su costumbre, su piel pintada de azul y blandiendo lanzas y espadas. Mas la astucia de los romanos prevaleció, y el ejército de Boadicea fue diezmado por las jabalinas de sus enemigos. Tras esto siguieron los soldados de infantería, y por fin los rebeldes fueron rodeados por la caballería romana.

Algunos rebeldes lograron escapar, y en los años siguientes continuaron las escaramuzas contra los romanos vencedores. Boadicea escapó también, pero sabía lo que sería de ellas si fuera capturada: Sería el trofeo de Suetonius en su marcha triunfal en Roma y sufriría violaciones y torturas antes de morir en el circo romano. Sabía también que ni ella ni sus hijas podían esperar clemencia del emperador Nerón. 

Boadicea puso fin a su propia vida por medio del veneno. Los fieles seguidores que la acompañaron hasta el final le dieron un funeral digno de una reina y una heroína. Pero el lugar de su sepultura permaneció en secreto, para evitar su profanación por los romanos y para que quedara como símbolo de la resistencia contra los invasores.

       

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