La Lluvia y el Barco
Esther MarÃa Osses, Panamá
Aquà nació la
lluvia entre higuerones.
Nos trajo a los portales la alegrÃa
en su potro de crines
relucientes.
Iba por los barrancos, impetuosa,
iba por las llanuras, reposada,
iba dejando espigas en la loma,
en los rastrojos huellas de alhelÃes.
Trajo a la puerta un
diminuto rÃo
un rÃo de juguete, navegable;
al son de las goteras ya crecÃa,
plantaba sitio en puertas y ventanas,
se enroscaba en la luz, bajo los mirtos,
ay, el cañaveral, cómo lo amaba!
La niña estaba allÃ. Rubias las trenzas.
Descalza. Con un sueño entre las manos.
Una temprana angustia por el sueño,
y suspenso ese adiós entre los labios.
Pequeña diosa, de la nada un mundo
hizo bajo la lluvia, luminoso.
Soltó su sueño en un caudal efÃmero.
A dónde irá sin brújula en la noche?
Qué rápido, qué alegre entre las hojas,
sin boga retozaba, inverosÃmil;
única mariposa solitaria,
qué blancas alas nuevas para el viaje!
AsÃ, jugando, un dÃa y otro dÃa,
éste era un rÃo, un puerto, nunca el mismo...
Siempre la misma niña entre los árboles.
Y con cada alborada repetida,
en sueños, con la lluvia, navegando,
éste era un barco que jamás volvÃa,
un barco de papel en el que siempre
un viajero de niebla naufragaba.
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